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Historias del Jazz

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* Ciclo organizado por Horizonte 108 y la Cineteca Nacional del 19 al 26 de octubre en la salas 4 y 6.

* La belleza en estado puro.

Dice la leyenda que los viejos jazzmen, sobre todo los que tocan la trompeta y el sax, acaban hablando como si sus cuerdas vocales fuesen una simple extensión de los instrumentos: así, por ejemplo, la pausada y melancólica voz de Dexter Gordon, llena de sentidos ocultos y sutiles inflexiones incluso cuando emite un monosílabo, resulta un eco exacto del tono musical que posee de unos años para acá el veterano saxofonista, insólito protagonista de ´Round Midnight, filme incluido en este ciclo y una de las obras maestras del jazz en el cine.

La excepción a esta peculiar regla es Miles Davis. Después de ver los documentales de Murray Lerner y Mike Dibb que abren y cierran la programación de este ciclo, nos preguntamos: ¿cómo es posible que el mismo músico que siempre logró extraer un sonido tan limpio, claro y aterciopelado, hablara como si a diario hiciera gárgaras con ácido sulfúrico? Y ya puestos en ese camino ¿cómo es posible que ese mismo hombre, que convocaba a la belleza cada vez que se paraba en un escenario o un estudio de grabación, estuviera tan lleno de ira, hasta parecer en ocasiones como un arrogante misógino en permanente guerra contra todos y contra todo?

Miles explica lo anterior bastante bien en su autobiografía. Tan sólo digamos que, demasiado sensible para sobrevivir en un mundo caníbal, optó por crearse un aura de malvado, mientras inventaba un nuevo lenguaje musical. Esto último, con todo lo que significa, lo hizo no una, no dos, sino tres veces, cada diez años exactos. Sus discos Birth Of The Cool (1949) Kind Of Blue (1959) y Bitches Brew (1969) redefinieron el sonido del jazz. Literalmente, cada una de estas grabaciones abrió (a veces a patadas) nuevas puertas sonoras. Por ellas han circulado todos los escuchas de alma generosa y gusto aventurero, siguiendo los heterodoxos senderos inaugurados por Miles Davis, hasta que el viejo luchador finalmente se bajó del ring hace quince años exactos, el 28 de septiembre de 1991. Vayan estas Historias del jazz como un modesto homenaje a su memoria, tanto por parte de Cineteca Nacional como del IMER, a través de Horizonte.

Además, esta segunda versión del ciclo dedicado al jazz en el cine, además de la ya mencionada ´Round Midnight, dirigida por Bertrand Tavernier en 1986, incluye el trabajo de cinco directores consagrados, muy diferentes entre sí: Francis Ford Coppola, Clint Eastwood, Alan Parker, David Cronenberg y Wim Wenders.
Coppola se dio el lujo de retratar hasta el mínimo detalle del legendario Cotton Club de Harlem, el centro nocturno que vio nacer a figuras tanto del jazz (Duke Ellington y Cab Calloway) como del hampa (Dutch Schultz y Mad Dog Dywer). En Obsesión mortal, su debut como director, Eastwood narra una historia con la que todo locutor radiofónico ha soñado, pero como pesadilla, con la célebre “Misty” de Erroll Garner como canción de fondo. Por su parte, The Commitments, dirigida por Parker el mismo año de la muerte de Miles, representa la quintaesencia del subgénero titulado “joven idealista reúne a un grupo de desadaptados y forma una banda tan inverosímil como exitosa”. Es un filme que levanta el espíritu, tanto como escuchar Sorcerer, disco de 1962 que reunió a dos protagonistas de este ciclo: Miles y Dexter Gordon. En contraste, Ornette Coleman, de quien se dijo alguna vez que había asesinado al jazz a base de arteras disonancias, plasma lo que podría ser la banda sonora del mismísimo infierno, en El almuerzo desnudo, adaptación de Cronenberg a la mítica novela de William Burroughs.
Y a todo esto, ¿existe una relación directa entre Miles Davis y el cine? En 1957, un joven director francés llamado Louis Malle, anterior asistente de Robert Bresson, rodaba su ópera prima, un thriller llamado Ascensor para el cadalso. Amante del jazz, Malle propuso a Miles hacer el soundtrack de su filme durante una gira del músico por París. Afortunadamente, éste aceptó, y a partir de los rushes, Davis y sus acompañantes improvisaron durantre tres noches. La música y las imágenes se complementan de una manera casi mágica, sobre todo en las escenas donde Malle filmó a Jeanne Moreau privilegiando el uso del close-up, la luz natural y ni una pizca de maquillaje. La belleza en estado puro, sin artificios ni adornos. Justo como un solo de Miles.
Agustín Gendron.

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