· Este padecimiento neurológico afecta a 200 de cada 100.000 personas en el mundo.
· El riesgo de sufrirlo aumenta a partir de los 50 años.
Diversas investigaciones médicas indican que el consumo frecuente de agua de pozo se vincula con una mayor predisposición a sufrir del Mal de Parkinson. También se han encontrado otros factores de riesgo como vivir en zonas rurales, la exposición a herbicidas o derivados de la gasolina y dietas pobres en vitamina E y C. El agua de pozo se caracteriza por un alto contenido de minerales como plomo, manganeso, sílice, fluor y fierro. Su consumo es frecuente no sólo en el campo, sino en zonas limítrofes de la zona metropolitana. Este tipo de agua también se usa para el riego y el cultivo. El Parkinson es un trastorno crónico y degenerativo del sistema nervioso central, que se manifiesta progresivamente con la disminución y lentitud de los movimientos, rigidez muscular, temblor de reposo e inestabilidad en la postura. A pesar de los avances en torno al origen de este mal, aún no se sabe la causa exacta de su presencia y su predilección por los varones. En este padecimiento se produce una deficiencia en la acción de la sustancia llamada dopamina y menos conexiones con otras células nerviosas y músculos. En el caso del Parkinson juvenil, hay un componente genético que actúa en consonancia con factores ambientales que aceleran el envejecimiento de algunos grupos celulares. La mutación de un gen, conocido como "parkin", parece ser la causa de una aparición temprana del mal en personas menores de 58 años. Este mal afecta a 200 de cada 100.000 personas en el mundo, y aproximadamente al 1% de los sujetos mayores de 65 años y al 0,4% de los mayores de 40 años. La edad promedio de comienzo se sitúa alrededor de los 57 años. Además de los problemas motores y del lenguaje, los enfermos pueden presentar estreñimiento, dificultad para orinar, disminución de la presión arterial y depresión, entre otras complicaciones. Gracias a las terapias actuales, como la amantadina de Merz, se ha logrado mantener la autonomía de los pacientes después de muchos años de haberse iniciado la enfermedad. El tratamiento debe ser individualizado y se seguirá de por vida. El médico deberá tener presente la edad de la persona, situación laboral, estilo de vida y expectativas. Es importante destacar la necesidad de estimular desde el principio el mantenimiento de un buen estado de salud y de una vida físicamente activa. También se puede recurrir a ejercicios determinados que ayudan a conservar la movilidad de los miembros y fortalecer los músculos que con mayor frecuencia se ven afectados. Hay una serie de terapias y técnicas que apoyan la rehabilitación del paciente con Parkinson como fisioterapia, terapia ocupacional, fonoaudiología y por supuesto, la atención psicológica profesional.
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