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¿Estamos preparados para atender las enfermedades de la vejez?

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Hoy día la mayoría de la población mexicana es joven, es decir entre los 18 y los 45 años, sin embargo, si vemos hacia el futuro, dentro de unas dos o tres décadas la gran población necesitará conformada por personas adultas mayores, esto apoyado en gran medida por los avances en medicina que han permitido aumentar el promedio de sobrevida. Sin embargo, la gran pregunta es: ¿estamos preparados para atender a la población de la tercera edad? La verdad, no. Ni antes, ni ahora y, si no tomamos cartas en el asunto, tampoco lo estaremos mañana. Por ende, estaremos conviviendo, viviendo e incluso, padeciendo enfermedades propias de esta edad, como lo es la Enfermedad de Parkinson, uno de los padecimientos neurológicos más frecuentes que producen movimientos involuntarios. De tal forma que es mejor prestar atención a estos problemas, y si tenemos a un familiar con esta enfermedad, conocer todo lo posible para ayudar al paciente.La ventaja es que antes se pensaba que este mal era un castigo divino, y hoy día el acceso a infinidad de información ha permitido a familiares y pacientes tomar de frente de enfermedad y actuar a tiempo para controlarla de la mejor manera. Hoy se sabe que es recomendable ofrecer a familiares y pacientes un tratamiento “holístico” sumamente completo además de los medicamentos apropiados, donde se involucre la terapia física, ocupacional, del habla y la nutrición.Pero antes que todo esto, lo más importante es estar atento a los cambios que se produzcan en el cuerpo conforme se avanza en años y más cuando se llega la sexta década de la vida, pues un diagnóstico temprano permite un mejor control de la enfermedad, y hoy los medicamentos entre más pronto ataquen la enfermedad proporciona mayores beneficios, como es el caso de la amantadina de Merz, que permite retrasar los síntomas del Parkinson, permitiéndole al paciente llevar una vida lo más normal posible. Los principales síntomas de la enfermedad de Parkinson son: Hipocinesia:Uno de los principales síntomas de la enfermedad de Parkinson es el retardo en la ejecución de los movimientos. Uno de los rasgos de este problema es que los movimientos simples dirigidos a un objetivo no lo alcanzan. Más aún, los movimientos simultáneos únicamente pueden llevarse al cabo con gran dificultad y más lentamente. En consecuencia, los movimientos complejos solamente pueden efectuarse de manera sucesiva y no simultáneamente. Existe una forma especial de hipocinesia conocida como hipomimia (falta parcial o completa de expresión facial). Esta se manifiesta como una reducción en el número y la variedad de expresiones faciales, la rigidez de la musculatura facial acompañada de la disminución del parpadeo, y una ligera abertura permanente de la boca. En casos avanzados, esto hace que el rostro parezca una máscara. Rigidez:La rigidez denota un aumento del tono muscular y se manifiesta como un incremento de la rigidez muscular en la forma de un “rostro céreo.” El aumento del tono muscular afecta a todos los músculos estriados. Además del deterioro de la movilidad de las extremidades, esto también explica varios de los otros síntomas. Por ejemplo, la rigidez de los músculos del cuello da origen a una curvatura hacia delante de la columna cervical; el aumento del tono muscular de los músculos intercostales provoca disminución del volumen de ventilación pulmonar; y el aumento del tono de los músculos faríngeos tiene como resultado trastornos de la deglución. Temblor:Pueden producirse diversas formas de temblor. Algunas personas desarrollan lo que se conoce como temblor en reposo, el cual se manifiesta durante la relajación muscular, es decir, en reposo, y en las etapas iniciales de la enfermedad puede suprimirse mediante movimientos activos. Sin embargo, conforme avanza la enfermedad el temblor también está presente durante los movimientos voluntarios, lo cual da como resultado la aparición de un temblor postural y en acción. Además de las extremidades, también puede afectarse la cabeza. El temblor frecuentemente se ve exacerbado por la ansiedad o el esfuerzo mental. Hay síntomas secundarios pero son aquellos que comienzan a desarrollarse conforme avanza la enfermedad y entre los que se encuentran: trastornos del sueño, aumento de salivación, estreñimiento, trastornos de la vejiga, problemas de potencia, dificultades en el habla, gesticulación o expresión facial, alteraciones de la destreza manual.

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